Nació el 9 de noviembre de 1865 en el seno de una familia acomodada dedicada al comercio de vinos, alcoholes y arroces, negocio en el que pronto participó y dio notable impulso. Años más tarde creó el suyo propio, dedicándose a la industria y comercialización de colas, abonos y harinas. En 1895 tomó a su cargo la Consignación de Vapores Transatlánticos para las Antillas, desarrollando a gran escala la exportación de vinos a Cuba. Posteriormente constituyó la sociedad Carbonífera del Mediterráneo, para la exportación de carbón de Teruel, y fue contratista de las obras de la fachada del Ayuntamiento de Valencia. Ostentó cargos en los consejos de administración de la Compañía de Cementos Portland, los Doks Comerciales de Valencia y la Cooperativa Valenciana de Electricidad, en cuyas entidades participó económicamente. Y, por su solvencia y seriedad comercial, su firma destacó en el mundo bursátil y financiero. Fue propietario del semanario local El Demócrata y, durante algún tiempo, de los diarios valencianos El Correo y La Correspondencia de Valencia. Pero Francisco Rubio no fue solo un importante empresario y un activo comerciante y financiero, destacó también en la vida política. Demócrata de corazón, se afilió al Partido Liberal —dirigido por José Canalejas—, y obtuvo acta de diputado al Congreso, por el distrito electoral de Xàtiva, en 1905 y 1910. Muerto Canalejas, se adscribió al Partido Liberal Democrático —dirigido por Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas—, y triunfó en las elecciones de 1916, 1918 y 1923. Llegada la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), trabajó por el restablecimiento de las libertades constitucionales y entabló relación con Alcalá Zamora, a cuya política parecía dispuesto a adherirse cuando la muerte le sobrevino el 29 de mayo de 1930. Este hecho provocó un profundo eco en la prensa de la ciudad (El Demócrata, núm. 492, 7 de junio de 1930), que ensalzó no solo la trayectoria empresarial y política de don Paco —como cariñosamente se le conocía en Xàtiva—, sino también sus virtudes humanas: modestia, nobleza, laboriosidad, generosidad… Emilio Barberá, director de este semanario, escribió en ese número: «Ha muerto el jefe y, ante su tumba, desolados, renovamos nuestros votos de afecto y prometemos practicar sus enseñanzas, su credo político, sintetizado en las palabras: Amor, Libertad y Democracia». Según el cronista de la ciudad, Agustí Ventura, la calle Francisco Rubio (antes situada en el primer tramo de la Corretgeria, y hoy entre la plaza Poetas Setabenses y calle La Reina) está dedicada a la figura de un ilustre médico setabense del siglo XVIII, también con este mismo nombre, que fue catedrático de la Universidad de Valencia. Nos hallamos, de esta manera, ante un gran olvido histórico de la ciudad: el de un importante empresario y, a su vez, político setabense de mayor altura de la Restauración borbónica, cinco veces electo al Congreso de Diputados.