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Diarios de la Segunda Guerra Mundial, de Manuel Chaves Nogales

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En esta «guerra blanca» que estamos viviendo en Europa, en esta «guerra de nervios» que mantiene, día y noche, al ciudadano europeo de centinela en la hipotética trinchera de su hogar, que de la noche a la mañana puede convertirse en auténtica trinchera sobre la que llueven toneladas de explosivos, ha habido una gran batalla. Una gran batalla que se ha perdido.

Una gran batalla equivalente a la famosa batalla de Tannenberg. La situación es exactamente la misma que se produjo en 1914 cuando Hindenburg, al derrotar al general ruso Sansonov, liberó a Alemania de todo peligro en el este y permitió que los ejércitos alemanes se volcasen íntegramente sobre el frente occidental. El Hindenburg de ahora se llama Von Ribbentrop y el Sansonov «suicidado» no es otro que Litvinov.

Al producirse esta gran derrota en el este, Francia e Inglaterra se encuentran como al día siguiente de Tannenberg. ¿Cuál ha sido la reacción de estos dos pueblos que en una hora ven derrumbarse las mismas ilusiones, idénticamente las mismas, que en 1914 habían puesto en el famoso «rulo» ruso?

La famosa frase de Remarque, «sin novedad en el oeste», lo expresa con maravillosa exactitud. «Sin novedad en el frente», vienen a decir los comunicados de los Gobiernos inglés y francés reunidos horas después de haberse conocido el parte de derrota del este, es decir, al divulgarse la noticia de que Alemania y Rusia han firmado un pacto de no agresión

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