SIMARRO LACABRA, Luis (1851-1921)

Hijo de Ramón Simarro Oltra, nació en Roma en 1851 durante uno de los viajes de su padre, a quien habían encargado los retratos de los papas Calixto III y Alejandro VI. La muerte del pintor, a los 33 años, de tisis, no la pudo superar su esposa, que se suicidó cuando Simarro tenía sólo tres años. Estudió Medicina y se doctoró en 1875. Positivista activo, se empeñó en separar la psicología de sus adherencias religiosas, mitológicas o simplemente supersticiosas, y fue a París en 1880, donde se permaneció cinco años. Conoció a un joven Cajal y lo inició en las preparaciones con impregnaciones argénticas, al mismo tiempo que le enseña el método Golgi. De estas relaciones nace la escuela histológica española. En Recuerdo de mi vida, Cajal reconoce su deuda intelectual con Simarro y el impulso positivista que dio a sus investigaciones. Pero Simarro no se tenía por un histólogo, sino por un psicólogo clínico, y no solo fue el primer médico competente en esta disciplina en España, sino que ocupó su primera cátedra en el mundo. Impartió lecciones en la Institución Libre de Enseñanza, en el Ateneo de Madrid y en la escuela de Criminología y, posteriormente, en la Universidad de Madrid. Como ha escrito Yela, “la obra docente, innovadora y divulgadora de Simarro fue sobresaliente y decisiva. Su personalidad desmesurada, idealista, generosa, radical y quijotesca le impulsó a iniciar y tocar muchas cuestiones”. Fue también un activista político, un regeneracionista entusiasta y un masón de alto rango con tal capacidad de convocatoria que en defensa de Unamuno, condenado a 16 años de cárcel por criticar al rey, consiguió la adhesión de la flor y nata de la intelligentsia española. Fue capaz, así mismo, de movilizar a más de setecientos representantes del pensamiento hispano en un manifiesto de adhesión a la causa aliada en la Primera Guerra Mundial. Promovió con Unamuno, Marañón, Menéndez Pidal, Azaña y Pérez de Ayala la constitución de la Unión Democrática Española para la Liga de la Sociedad de Naciones. Riguroso, polifacético y versátil, publicó poco, pero ejerció una influencia considerable desde su cátedra y desde su laboratorio. También desde la biblioteca de su casa, que fue lugar de reunión de intelectuales, artistas y políticos. Murió el 19 de junio de 1921 en un contexto social de graves convulsiones. Enterrado modestamente en el cementerio civil de Madrid, el periódico La Libertad publicó un obituario con estas palabras: “Don Luis Simarro tenía madera de santo y de sabio. Por eso vivió para el bien y la verdad. Murió como un justo”. Laín Entralgo lo describió como un “incitador para que los españoles despierten y empiecen a hacer algo dentro de la ciencia”. PUYOL ANTOLÍN, Rafael: “Presentacions”. En: Luis Simarro i la psicologia científica a Espanya / editor, Helio Carpintero.- València: Universitat de València, 2003.- P.11-12.

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