A los trece años, después de dejar los estudios y dedicarse al comercio, entró como aprendiz en València en la imprenta de Catalina Rius, viuda de Manuel Monfort, de la ilustre familia de impresores. En 1836 volvió a Xàtiva y abrió un pequeño taller. En 1840 estampó el primer opúsculo del que tenemos noticia: el programa de una celebración setabense. A fuerza de tenacidad consiguió, en palabras de su mejor biógrafo, Constantí Llombart, “imprentar de una sola vez todos los colores que entraban en la impresión que él aplicaba”, según el procedimiento de la cromolitografía. Desde entonces, su marcha ascendente será constante, sustituyendo poco a poco la maquinaria vieja e incorporando en su establecimiento los avances que le brindaba la técnica: máquinas movidas por agua y vapor, después el gas, más tarde por la electricidad, aparejos de estereotipia y galvanoplastia, plegadores mecánicos, etc. Su prestigio editorial estuvo vinculado sobre todo a la elaboración de unos cartapacios para la introducción caligráfica de los escolares —cuadernos de instrucción pública llevaban como título—, que hacía totalmente en su fábrica a un ritmo industrial. Se especializó en ediciones relacionadas con la enseñanza, por la problemática de la que sintió un vivo interés, así como catecismos religiosos, cromos, pliegos de soldados, calcomanías y estampas. También tuvieron gran difusión los coloquios, las aucas y los folios sueltos. Con otra ambición sacó a la luz periódicos, como La Fortuna (1844), El Setabense (1848) y La Correspondencia del Júcar (1870) y algunos libros como Xàtiva. Memorias, recuerdos y tradiciones de esta antigua ciudad (1857), de Vicente Boix. Esta actividad le valió elogios y premios, como el que le concedió por su afán innovador la Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia, y distinciones, como la de ser nombrado impresor de la cámara del rey de España. También tuvo Bellver veleidades literarias en la línea de Bernat y Baldoví, imitando su tono festivo y, a veces, desvergonzado. Algunos títulos serían: Versos alusius á la peixca de Aladroch (1865), Eclipses del matrimonio (1867), Escenas de Carnaval, El vendedor de estudiantes (1868), Una serenata, Juguete lírico dedicado a Játiva y sus mujeres (1877), ¡Pobra Eixátiva! (1879), Gran fira en la ciutat d’Eixàtiva, en el dies 15, 16 i 17 del mes d’Agost de 1879 (1879)… Pero la mayor notoriedad de Blas Bellver en el campo de las letras fue gracias a los libros de falla: La creu del matrimoni, representá en la falla de la plasa de la Trinitat en l’añ 1866, opúsculo de unas sesenta páginas, “cuento fantástic, un viatge a l’infern”, por el cual fue excomulgado por el arzobispo de València. A lo largo de su vida mantuvo vivas polémicas en la prensa local, siendo claras sus posturas anticlericales, pero desde un profundo sentimiento cristiano, y de defensa del valenciano: “Qu’en esta llengua parlaren Ausias Marc, Chaume Febrér; hasta els reis en Corts la usaren, també sen Vicent Ferrer.”